DEL MURAL AL GRAFITTI





El muralismo mexicano es una corriente pictórica que tuvo gran auge en México en los años inm Omitir advertencia ediatos a la Revolución Mexicana, creado por un grupo de intelectuales pintores mexicanos después de la revolución Mexicana, reforzado por la gran depresión y la primera guerra mundial. Famosos por su gran escala y su contenido político-social, mediante los murales, los artistas buscaron educar a las masas, generalmente iletradas, haciéndoles saber más sobre su cultura para apreciar sus orígenes.

Los muralistas vivieron tres etapas primordiales: los veinte, los treinta y la comprendida desde los cuarenta hasta 1955. En cada periodo los temas y las técnicas fueron específicos y así el muralismo encontró una definición más clara como movimiento. Los muralistas mexicanos trabajaron sobre una superficie de hormigón (concreto) o sobre la fachada de un edificio, pero también les importó muchísimo la textura y los ángulos en los cuales plasmarían sus murales. La consistencia de sus temas radicaba en retratar la actualidad social y política del país vinculada con el viejo legado colonial. Los murales de Diego Rivera expresaban en especial la revolución, aunque en un principio su meta fue representar a los miembros mayoritarios de México, constituidos principalmente por campesinos, indígenas y mestizos.

El muralismo como corriente artística nació en la década de los veinte, cuando Álvaro Obregón (1880-1928) designó a José Vasconcelos (1882-1959) secretario de educación; años después bajo el gobierno de Lázaro Cárdenas, (1895-1970), tendría nuevamente un impulso considerable, tomando como principal objeto de inspiración la propia cultura nacional.


El muralismo mexicano se caracterizó por llevar al plano artístico sucesos históricos nacionales, así como parte del mito presente en la historia (1); otro de los elementos que fueron explotados por esta corriente, fue la condición del campesino indígena y su presencia en el campo mexicano, pero también se abordó la participación de este sector de la población en los movimientos armados de Independencia y de la Revolución Mexicana.


Uno de los propósitos del muralismo fue contribuir a crear y enarbolar una identidad nacional, que pretendía gestarse sobre una población posrevolucionaria, visión que estaba muy vinculada a los proyectos nacionales de los grupos que emergieron como ganadores del conflicto. No es casualidad que el impulso a esta expresión artística se le diera en los gobiernos de Obregón y Cárdenas, siendo éste último el más interesado en la difusión del conocimiento junto con expresiones artísticas entre la población, que tuvieran un evidente contenido nacionalista y social.(2).



Desde sus inicios, el muralismo usó paredes en las vías públicas como el soporte técnico de su desarrollo. Es en ellas que expresa su sentido de comunicación, al intentar crear una conciencia en las poblaciones urbanas, pero también en las “razas indígenas”, con el fin de crear una identidad nacional.


Durante los años de mayor auge muralista, el Estado impulsó considerablemente su desarrollo. No es casualidad que los temas elegidos por los grandes muralistas mexicanos, versaran alrededor de situaciones históricas; bajo la política cultural establecida por los gobiernos, no sólo se buscó ataviar calles y parques con el arte muralista, sino también hacerlo en escuelas junto con edificios de carácter público, todo con el propósito de que la población pudiera apropiarse a través de la vista, tanto del contenido estético como del mensaje propuesto en los murales.


A partir de los sesenta, comenzó a decaer el muralismo con el carácter que se le conocía. Para algunos estudiosos, el arte contemporáneo mexicano tuvo mayor relevancia en la arquitectura y en la escultura monumental. Las últimas obras del muralista David Alfaro Siqueiros (1896-1974)(3) fueron auspiciadas por particulares; con su muerte se acentuaría el languidecimiento del muralismo en México. El muralismo que se siguió practicando, dejó de tener el contenido de unidad nacional que le dio su peculiaridad hasta entonces. La combinación de elementos indígenas, con elementos históricos, relacionados con las ideas de modernidad y progreso, presentes en las grandes obras muralistas anteriores declinó para dar paso a expresiones visuales públicas con contenidos diferentes, pero en algunos casos con un sentido similar de unidad cultural.



Durante la década de los sesenta y setenta comenzó en Estados Unidos un movimiento juvenil originado por hijos de migrantes mexicanos. California y particularmente la ciudad de los Ángeles, fueron la cuna de este movimiento contracultural juvenil que utilizó diversas formas de expresión artística, como formas de protesta y de reivindicación socio-cultural.


Los jóvenes chicanos retomaron el arte muralista como característica artística, con la que reafirmaban el origen nacional al que pertenecían. En las paredes que pintaban, elementos prehispánicos como deidades, personajes, calendarios y otros elementos simbólicos, se presentaban junto a elementos religiosos propios de la cultura mexicana, los cuales se vinculaban a símbolos nacionales como el águila; todos ellos insertos en la realidad que vivían en las calles del este de Los Angeles, donde surgieron los primeros barrios latinos, lugares de enfrentamientos entre grupos de diferentes razas por el control del territorio, junto con las fuerzas del orden público.


Los grandes murales de Diego Rivera (1886-1957), David Alfaro Siqueiros y José Clemente Orozco (1883-1449), sirvieron de inspiración (4) con su carácter nacionalista a las creaciones que los jóvenes chicanos usaron para afirmar la identidad nacional-cultural que sus progenitores les heredaron. Se puede entender el mismo mensaje nacionalista presente en los grandes murales mexicanos, sin embargo, el mural chicano surge con un sentido contracultural que buscó no sólo reafirmar una identidad, sino protestar en contra del racismo del cual eran objeto en las urbes norteamericanas; temas sobre la explotación de la mano de obra en el campo y la ciudad, redadas policíacas, enfrentamientos, con un fuerte contenido político eran los  temas más socorridos de los jóvenes chicanos.(5)



El mural en ese contexto cumplía varios propósitos, entre ellos, el de crear un vínculo de pertenencia entre los diferentes grupos de jóvenes chicanos existentes con el mismo espacio físico; el de la apropiación del espacio físico de una forma simbólica, que denotara la presencia de algún grupo en un determinado territorio y que fuera evidente para los demás grupos rivales e incluso para las autoridades. La apropiación de espacios físicos públicos como un referente de identidad (6), no únicamente se logró con el mural, sino también a través de otros medios de expresión visibles como el llamado graffiti.


El muralismo artístico y el muralismo chicano fueron precursores de formas de expresión presentes en la ciudad de México. Existen grupos juveniles e individuos que reproducen el muralismo, de las cuales retoman el ideal nacional junto con el cultural indígena. Existen murales pintados debajo de puentes vehiculares, en bardas, paredes particulares que forman ya parte del paisaje urbano de la ciudad; se pintan imágenes de héroes nacionales de la Independencia, de la Revolución, de historias prehispánicas que enarbolan la identidad nacional como parte ya de esta forma de expresión visual.


El mural se presenta en el espacio público con un carácter popular desde su creación. A la par del mural que refleja elementos culturales nacionales, junto con problemáticas sociales, también está presente otro elemento importante, el cual se desarrolla en el espacio público con mayor frecuencia. El graffiti, tiene un mayor auge desde los últimos años del siglo XX y en los primeros de éste. El graffiteo es explotado sobre todo por grupos juveniles; su práctica se asocia principalmente con el vandalismo.




El graffiti consiste en un tipo de escritura cuyas letras son difíciles de entender para el común de la población; letras exacerbadas en sus dimensiones como en formas, se pintan de forma clandestina en paredes de edificios públicos y privados al caer la noche; los mensajes de esta pictografía en ocasiones giran sobre la identidad grupal, sobre una relación sentimental o se dirigen a grupos rivales.


El nacimiento de esta expresión visual tuvo lugar en El Bronx neoyorkino. Los primeros grupos de graffiteros eran bandas integradas en su mayoría por jóvenes pandilleros afroamericanos y puertorriqueños (7) que comenzaron por pintar el Metro de Nueva York; paredes con grandes letras pintadas frecuentemente hacían alusión al writer o al autor del graffiti que, además, podía proporcionar datos sobre su dirección y número telefónico (8) para que lo contactasen.



Durante los ochenta la expansión del graffiti se dio en la mayor parte de Estados Unidos asociado a la cultura del rap o hip-hop, la cual se expandió fuera de las fronteras norteamericanas en países europeos y de América Latina. Tanto el mural chicano como el graffiti neoyorkino abordaron problemas de violencia, drogadicción, represión, encarcelamientos, presentes en la cotidianeidad de las urbes norteamericanas(9); en el muralismo chicano también la pinta de paredes con la pictografía graffitera se volvió una práctica frecuente para identificar y marcar el territorio de los grupos juveniles.


En México, los movimientos estudiantiles de los sesenta utilizaban las paredes de las calles para dejar mensajes escritos, con contenido político que eran perfectamente entendibles para el resto de la población; a esta forma de comunicación se le denominaba pinta. Otra manera de denominar esta práctica se dio entre los grupos juveniles del norte del país quienes le llamaban placas o placazos a la pinta de paredes que hacían alusión a un grupo de muchachos, semejante a lo que sucedía con los jóvenes chicanos en California.


El material por excelencia usado para esta actividad es la pintura en aerosol. A veces el graffiti tiene cierto nivel de exigencia en su elaboración, por el uso de diferentes colores y la técnica individual de quien lo crea; el rayado de paredes con letras alteradas con aerosol o con plumones es más frecuente que la realización de expresiones visuales más elaboradas, pero esto tiene una razón de ser.


En la ciudad de México las pintas se efectuaban por grupos juveniles que surgieron de barrios populares. Grupos que se denominaron como chavos banda se apropiaron de calles, parques, de colonias enteras, las que marcaban como su territorio por medio de pintas. Los símbolos con los nombres del grupo en claves eran reconocidos por los miembros de los grupos, pero también por grupos rivales de otras calles o colonias; se pintaban en lugares visibles para denotar la presencia de la “banda”, frente a contrincantes, vecinos y autoridades.
 

El graffiti, pinta o placazo, forma parte del proceso de construcción de la identidad de los grupos juveniles, al otorgar un reconocimiento junto con un sentido de pertenencia al reconocerse elementos culturales exclusivos del grupo al que se pertenece. Las constitución visual de lo que se pinta en las paredes no surge al aire, sino se construye en la convivencia diaria(10) de los jóvenes quienes crean y recrean sus formas de comunicación externa e internamente; el cómo se perciben como grupo tiene una relación importante con el cómo quieren que los perciban los que están alrededor.


Existen actualmente muchos grupos de jóvenes que se valen de la pinta para expresar su identidad e inconformidad en algunos casos. La pinta de paredes e incluso vidrios o asientos de los transportes públicos es parte de la vida diaria de los jóvenes que se comunican y reconocen con el uso de la herramienta que es el graffiti o el mural.



La pinta de paredes surgió como un mecanismo de expresión en contra del orden establecido, manifestada en el espacio público; también como referente de identidad y pertenencia. El mural, cuyos elementos hablan de raza, símbolos nacionales junto a sucesos históricos de gran importancia se manifiesta aún en la calles de la ciudad de México a la par del graffiti, pero en menor medida que éste.


Ambas expresiones forman parte del paisaje urbano, aunque surgen con motivos diferentes en épocas distintas, son referentes identitarios que pueden cohesionar grupos sociales grandes o pequeños. El espacio público reúne estos elementos dentro de sí, donde la población en general puede tener acceso a ellos. Esto no implica que como elementos simbólicos produzcan el mismo sentido a todos los que tengan contacto visual con ellos.



Estos y otros fenómenos sociales son parte de la movilidad presente en las urbes. En la ciudad de México no se podrían entender si no se vinculara con actividades propias de grupos juveniles. En este asentamiento grande, denso y permanente de individuos (11), el mural y la pinta son comportamientos sociales propios de la ciudad, que no existirían en otra forma de organización social. Es una forma de vida en la urbe.




(1) Laura Collin, “Mito e historia en el muralismo mexicano”, en Scripta Ethnologica, año XXV, número 025, CONICET. Argentina, 2003. pp. 25

(2) Ibid.

(3) José Manuel Springer, “Traducciones y variaciones sobre el Muralismo y el arte público en México”, en Crítica, archivo en línea consultado en la dirección electrónica http://replica21.com/archivo/articulos/s_t/399_springer_1mural.html, el día 25-06-2012

(4) Soto Ramírez, Edith, “Cultura chicana, ¿Manifestación cultural, rebelión o protesta?”, en Reencuentro, agosto 2003, núm. 037, Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco. México Distrito Federal. pp. 41

(5) Ibid.

(6) Para mayor referencia de apropiación y construcción de fronteras simbólicas revisar: José Manuel Valenzuela Arce, El color de las sombras. Chicanos, identidad y racismo, El

Colegio de la Frontera Norte-Plaza y Valdés. México, 1998

(7) Tania Cruz Salazar, “Instantáneas sobre el graffiti mexicano: historias, voces y experiencias juveniles” en Última Década, núm. 29, diciembre 2008, Centros de Estudios Sociales CIDPA. Villa del Mal, Chile. pp. 141

(8) Ibid. pp. 142

(9) Ibid.

(10) Héctor Castillo Berthier, “De las bandas a la tribus urbanas. De la transgresión a la nueva identidad social”, en Desacatos, primavera-verano, núm. 009, Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social. Distrito Federa, México, 2002. pp. 62

(11) Wirth citado en José Luis Lezama, op.cit. pp.155


Después de revisado el contenido analiza.
1. ¿Cuáles son las diferencias y semejanzas entre el grafitti y el muralismo?
2. Investiga sobre las clases de grafitti 
3. Elabora un grafitti con el tema propuesto en clase. Ten en cuenta las características propias del mismo  

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